Historias DiarioSur
Por Pablo Santiesteban , 2 de abril de 2021

Padre Ronchi, el querido “cura rasca” de Aysén

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El padre Antonio Ronchi es tremendamente querido en Aysén y Chiloé por su obra misionera. En Puerto Aysén le hicieron un monumento que atestigua el impacto de su legado social y espiritual con la gente de la región.
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[#HistoriasDiarioSur] La vida del sacerdote italiano que llegó en 1961 a la región y le brindó lo mejor de su misión apostólica y social a una tierra que lo enamoró.

Para las personas de creencia cristiana siempre ronda la pregunta de cómo sería Jesús en los tiempos en que estuvo en la tierra, pero para muchos ayseninos que conocieron a Antonio Ronchi la respuesta a esa pregunta se responde con la vida que este sacerdote compartió, visitando los campos y ciudades en Puerto Cisnes o Puerto Aysén.

Sencillo, con la risa a flor de labio, de reflexiones profundas y, por sobre todo, un cura “todo terreno” que estaba con frío o con lluvia, a pie, a caballo o en lancha con la gente que lo necesitaba. Él decía de sí mismo que sólo era un “cura rasca”, pero se ganó el corazón de toda una región que lo abrazó como pastor de los pobres y almas solitarias.

Era italiano, pero recibió la nacionalidad chilena algunos años antes de su muerte. Nacido en 1930 en el pueblo de Bálsamo, en su natal Italia, Antonio Ronchi vivió una infancia difícil con la Segunda Guerra Mundial. Después de la guerra se dedicó a ayudar en zonas rurales y en 1950, mientras veía una película de la vida de un sacerdote que sufrió dificultades en su ministerio decidió hacerse religioso e ingresa a la orden de los Siervos de la Caridad de la Obra Don Guanella, orden que había llegado a Chile en 1949 para apoyar a San Alberto Hurtado con el Hogar de Cristo.

LLEGA A AYSÉN

En 1960, el padre Ronchi es enviado a Chile como misionero y llega a un hogar de Rancagua. En 1961 la región de Aysén se transforma en el destino del sacerdote italiano y es enviado al Hogar San Luis de Puerto Cisnes, hogar que había sido parte de una iniciativa encabezada por el Comité de Damas Guanellianas que en esos años encabezaba Eugenia Pirzio-Biroli y el Padre Pietro Calvi.

Siete años permaneció en Puerto Cisnes, tiempo en el que se dedicó a visitar los campos, villas y cuanto caserío se topó y le conmovió la pobreza que existía en el lugar, además del duro clima. Llevado por su idea de ayudar a la gente fue que inició conversaciones con autoridades y empresarios para mejorar la calidad de vida de las personas. “Para llegar al alma hay que pasar por el cuerpo” era uno de los lemas del fundador de su orden Don Guanella, frase que constantemente repetía el padre Antonio. 

En 1967 regresó a Rancagua y permaneció ahí hasta 1972 año en que regresa a Aysén para trabajar en la Parroquia Nuestra Señora del Trabajo de Puerto Cisnes.

UN MOTOR

Era un incansable. Era común verlo con su sotana negra, un poncho, un impermeable o una parka caminando por una ruta rural. El padre Ronchi se quedó 20 años en Puerto Cisnes y, además de su misión espiritual, se involucró en una serie de proyectos sociales para la gente, por ejemplo, levantó antenas de radio FM y transmisores de televisión porque sentía que su pueblo estaba muy aislado y sentía que las comunicaciones eran un impulso al desarrollo regional. También ayudó a generar proyectos con ayuda de la iglesia, tal como la construcción de capillas y albergues, talleres para trabajos de artesanía, construcción de lanchas y pequeños muelles y otras obras más. Siempre que la gente le adulaba por sus gestiones él con modestia decía que todo había sido posible gracias a “Dios y la Madre de la Divina Providencia” e insistía en la idea de que Dios quería a sus hijos “dignos y felices” y que Dios estaba “en el servicio y la solidaridad” que se ejercía en el trabajo comunitario.

Esas ganar de ayudar y de hacer cosas hizo que tuviera roces con algunas personas, incluso de la misma iglesia, así que fue en 1992 tuvo que dejar Aysén y se fue a servir a la Diócesis de Ancud. En la isla volvió a hacer lo mismo, a visitar campos a lomo de un caballo o embarcado en lanchas. A veces hacía dedo y más de alguien lo ayudó a acercarlo a un sector rural, no sin antes tener una grata conversación. Además de recorrer la isla también visitó el litoral norte de su amada región de Aysén.

En 1993 toma contacto con los habitantes de la isla Toto, en Aysén, y los moviliza para construir una escuela y tuviesen luz eléctrica y hasta se conseguía generadores “con la ayuda de la Providencia” como decía.

UN CHILENO MÁS

Fue tanta su popularidad y llegada con la gente de toda condición social que en 1994 se le concedió la nacionalidad chilena en reconocimiento a su obra espiritual y social. Una de sus últimas obras fue la construcción de la Escuela Nuestra Señora de la Divina Providencia en Puerto Gaviota y su tramitación para ser reconocida por el Estado, todo esto soportando una dura enfermedad.

El padre Ronchi falleció el 17 de diciembre de 1997 en Santiago, pero a petición suya su cuerpo fue sepultado en el cementerio de Puerto Aysén. Sus funerales fueron multitudinaria y muchas lágrimas cayeron de las mejillas de los ayseninos, en especial de los campesinos y más humildes que aprendieron a amarlo como un padre.

La figura de este sacerdote italiano caló tan profundo que se hicieron gestiones para levantarle un monumento y en 2014 se inauguró una estatua que se ubicó en Puerto Aysén en calle Carmen Caliboro antes de tomar el camino al cementerio de la ciudad.

En tiempos en que la religión y algunos líderes de las iglesias son cuestionados, el mensaje del padre Antonio Ronchi se refuerza en el propio evangelio de Jesús donde lo espiritual y lo mundano van muy de la mano para hacer vida … y vida en abundancia. 

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